Desde el comienzo de esta trepidante aventura, he intentado sacar lo mejor de mí, esforzándome al máximo en mi vida diaria, no dejando espacio al abandono, la apatía, la indolencia o la pereza. Tenía que ser constante, disciplinado, tenaz y severo conmigo mismo, no dejar ningún imponderable en manos del azar. Estaba en juego mi vida, o mejor dicho, mi calidad de vida, que por extraño que parezca no solo afectaba a mi persona sino a todas las personas que conviven conmigo, todos aquellos que por motivos familiares, afectivos o profesionales se relacionan conmigo.
Estaba claro tenía que poner toda la carne en el asador, todo sacrificio me parecía insuficiente, debía conseguir como fuera recuperar la salud a toda costa o si no, mi mundo se vería abocado a un auténtico fracaso. Que ignorancia la mía….. Siempre fui un extremista, no tenía término medio, todo o nada, y así me lució el pelo.
Mi amigo Félix me dijo un día
– Chiqui, entre el negro y el blanco existe una gama de grises de lo más amplia.
– Gracias Félix, «oído cocina»
Es cierto que, ante una enfermedad, la constancia, el tesón y la disciplina son aptitudes a desarrollar, pero no son las únicas, ahí entra en liza la reflexión de mi amigo Félix, y es que en el término medio se encuentra la virtud. Existen multitud de valores que sin duda ayudan a sanar una enfermedad, no tienen nada que ver con la biología o con la medicina, sin embargo los resultados que podemos obtener son grandiosos incluso milagrosos. Se trata de alinear tres elementos fundamentales en nuestra vida: la mente, el cuerpo y el
alma.
Cuando nos diagnostican una enfermedad de pronóstico reservado como puede ser una esclerosis o sin ir más lejos, un cáncer, la hoja de ruta a seguir (expresión muy de moda entre los políticos) sería la siguiente.
Lo primero es asumir cuál es tu nueva realidad, como la tienes que afrontar y ser consciente de las dificultades a las que te vas a tener que enfrentar y la segunda, una vez asumida la primera, es buscar soluciones, decidir en qué manos vas a confiar tu vida y seguir al pie de la letra la famosa hoja de ruta que te marque el médico de turno. ¿No estamos obviando lo más importante? Más adelante aclararé este punto.
Llegó un momento que la gente que me conocía y viendo cómo me encontraba, me animaban para que escribiera un libro y contara mis andanzas, pero yo les decía que no era para tanto. No era por falta de ganas y si por falta de tiempo. Para escribir un libro tienes que tener el tiempo suficiente para poder estar mínimamente concentrado y desgraciadamente por mi trabajo no lo veía factible.
Una noche que no podía dormir, brujuleando por internet di con una página que explicaba los pasos básicos para crear un blog, me puse a leerlo y así como el que no quiere la cosa y con unas cuantas horas de dedicación al citado objetivo (soy bastante zote en cuestiones informáticas) a eso de las 5 de la mañana finalicé la tortura, sin contenido pero la primera piedra ya la había puesto. Si no puedo escribir un libro por lo menos tener un blog, ahí estaba yo como un niño con zapatos nuevos con mi nuevo blog y no tenía ni pajolera idea de cómo empezar a escribir.
Después de nueve años de enfermedad me parecía una buena idea compartir mi experiencia con personas a las que pudiera ayudar. La idea era que a través de las redes sociales me pudiera leer todo el mundo que tuviese lo mismo que yo……. «iluso de mi».
Al principio fue un poco frustrante, la verdad es que yo mismo me sorprendí de la facilidad que tenía para escribir y sobre todo cuando mi madre antigua profesora me dijo:
– Hijo, escribes muy bien
– Si tú lo dices mamá, sí que lo debo hacer bien, sí.
Frustrante me refiero al alcance de mis escritos o mejor dicho «mis post». Por mucho que les dijera a mis amigos que tenía un blog y que si no les importaba que lo leyeran y clicaran en la manita de me gusta, aquello no progresaba adecuadamente, vamos que en términos escolares
cateaba, de los 30 me gusta no pasaba ni a empujones. Pero yo que soy muy cabezón seguía escribiendo con la esperanza que aquello algún día diera los frutos pretendidos. Hace aproximadamente tres meses me apunté a un curso monográfico de gestión de redes
sociales que daban en el Centro de Estudios Financieros (CEF) sito en la Calle Martínez Campos en Madrid. Soy director comercial de una empresa y en estos momentos tenemos una serie de productos que me interesaba promocionar y en vista del protagonismo que están
adquiriendo las redes sociales en los mercados pues me apunte al curso para estar al día. No es que sea un enamorado de estas nuevas tendencias, pero para estar en el mercado que menos que conocerlas y saber cómo funcionan.
De todas formas y a parte de mi interés comercial, quería enterarme de porqué mi blog no llegaba más que a mis amigos y allegados. ¿Qué tenía que hacer para llegar a más gente? ¿No dicen que las redes sociales no entienden de fronteras? La verdad es que ya tenía más seguidores, los me gusta iban en ascenso, pero si los resultados que voy a obtener en mi trabajo con mi nueva aventura van a ser parecidos a los conseguidos en la esclerosis de chiqui, ya puedo ir buscándome otro curro porque de este seguro que me echan.
La verdad es que el que no sabe es como el que no ve. Decía un eslogan de una prestigiosa firma de productos educativos
«si crees que la educación es cara, prueba la ignorancia»
En resumen si no sé cómo funcionan las redes sociales, como voy a promocionar mis productos a través de ellas? pues eso, apuntándome a un curso y aprendiendo, lo dicho el que no sabe es como el que no ve. Y me matriculé, y ha sido toda una experiencia. Ya sé cómo funcionan las RR.SS. Pero me quedo con la gente que he conocido y las conclusiones que he sacado. A nivel empresarial las redes funcionan como todo en esta vida, si eres bueno en tu trabajo y pagas, si si, pagas del verbo pagar, viralizas a una velocidad de vértigo, ahora, eso sí, si no eres bueno o lo que vendes es una mierda, ni pagando.
Como en la vida he aprendido que las pruebas se hacen con gaseosa y no con champagne, por eso de que la prueba te salga más barata, llegué a la conclusión de que podía hacer una prueba con mi blog pagando un módico precio y ver cuáles eran los resultados.
La experiencia ha merecido la pena. He llegado a tener en una semana 12.000 visitas en mi blog, si 12.000, con tres ceros, ni en
mis sueños más apoteósicos y disparatados hubiera pensado en algo similar. Visitas de EE.UU., ¿¿¿¿Inglaterra, Colombia, Alemania, Turquía???? y por supuesto España.
Ahora estoy convencido de que mi trabajo no lo voy a perder. Por otro lado, si he sido capaz de que alguna de esas 12.000 personas que han visitado mi blog vean la vida con más optimismo y les haya provocado en algún momento una sonrisa, me considero una persona afortunada y feliz, muy feliz. Este era el objetivo. Dejando a un lado lo aprendido en el CEF, siendo consciente que tengo que ser muy inútil para perder mi trabajo y que cuando se quiere aprender algo, para eso están los profesionales y si no prueba la ignorancia, me gustaría centrarme en la experiencia humana que he vivido gracias a que un día me apunté en un curso de Redes Sociales.
El segundo día de curso, el profesor o mejor dicho, ponente (no estábamos en el colegio), nos pidió que nos presentáramos, nombre, profesión y cuáles eran los motivos por los que habíamos decidido realizar el curso… Nos fuimos presentando cada uno de los 20 asistentes que formábamos el grupo hasta que le llegó el turno a una chica de mediana edad, muy dulce, con una sonrisa que iluminaba toda su cara y una voz que nos embelesó a todos.
– Me llamo Elena Palacios, soy colombiana y estoy aquí porque he pasado una temporada sin trabajar y quiero reengancharme al mercado laboral
Hasta ahí todo normal pero continuó hablando…
– El motivo principal es que me detectaron un cáncer de mama del cual estoy totalmente curada y feliz de poder compartir esta experiencia con todos ustedes
En ese momento todos los asistentes nos pusimos en pie y la dedicamos un caluroso aplauso.
No fue lo que dijo, sino como lo dijo, con esa voz dulce, amable, tierna que irradiaba amor y gratitud. Solo escucharla me provocó una emoción que se me puso la piel de gallina y se me saltaron lágrimas como puños. Hemos seguido teniendo contacto a través de las tan mencionadas RR.SS. y un buen día me encontré con una entrevista que le habían hecho a la buena de Elena en la televisión colombiana. De verdad no tiene desperdicio. Os dejo el enlace para que lo veáis, merece la pena.
https://www.youtube.com/watch?v=sn1MnzytQNk
Pero antes quiero haceros una reflexión. Al principio del post os hablaba de la hoja de ruta a seguir cuando te diagnostican una enfermedad, primero asumirla y después buscar soluciones. Particularmente creo que entre ambas se escapa lo más importante. «la autocrítica» Llevamos todo el post analizando la importancia adquirida en nuestras vidas por las RR.SS.
Ahora todo el mundo interactúa a través del ordenador o más fácil, a través del móvil con todo el mundo. Todos los días recibimos mensajes de «fulanito» comiendo una paella en un restaurante valenciano, con su correspondiente foto o a «mengano» en Portugal, en la playa de Peniche practicando Surf con su correspondiente foto. Aireamos y viralizamos nuestras vidas de forma normal, la gente puede saber de ti si tú quieres (solo faltaría, aunque no lo tengo muy claro) en todo momento.
Y lo más importante que es hablar con nosotros mismos, no lo practicamos. Cuando hablo de autocrítica me refiero a que nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu son los que más tendrían que estar interactuando entre ellos, y solo depende de nosotros, es muy fácil, simplemente es un ejercicio diario que nos vendría muy bien tener como costumbre, ganaríamos mucho.
Si el alma y la mente transitan de forma paralela el cuerpo encuentra su equilibrio. Me quedo con una frase que dice Elena en el video después de diagnosticarla cáncer de mama.
«Que es lo que no sané de mi matrimonio y de mi divorcio»
Las enfermedades son desequilibrios que se producen en nuestro cuerpo por no interactuar a su debido tiempo con nuestra mente y nuestro espíritu. La solución depende únicamente de nosotros.
Elena, muchas gracias por compartir tu testimonio con nosotros, ERES TODO UN EJEMPLO A SEGUIR