Ante todo, quiero decir que yo no soy médico. Los pocos conocimientos que tengo se los debo a tener una enfermedad que dentro de la medicina tiene muchas lagunas y a la fuerza ahorcan, aprendes por tu cuenta o sino ……. aprendes, no queda otra.
No todo es bueno ni todo es malo, en el término medio se encuentra la virtud. Un día me comentó una neuróloga algo que para mí es fundamental, en el momento que sintiera que me está dando un brote tenía que darme cortisona cuanto antes, la explicación es muy lógica.
La cortisona es el mayor antiinflamatorio que existe, cuando tenemos un brote, la inflamación producida en el cerebro conlleva pérdida de masa blanca y, por ende, pérdida de neuronas. La rapidez que nos demos en bajar esa inflamación es vital dado que de esa forma evitaremos secuelas irrecuperables. Evidentemente la cortisona tiene efectos secundarios (produce osteoporosis, debilita los huesos) pero nada que ver con las secuelas irreversibles que te puede dejar un brote de nuestra enfermedad. Este tratamiento se lo debemos a la medicina convencional y por ello se lo agradezco a la ciencia y a quien la ejecuta, los médicos.
Al principio de ser diagnosticado y después de haberme dado el primer chute de cortisona, en una revisión me comentó el neurólogo:
– ¿cómo llevas las pilas?
Ignorante de mí le contesté
– ¿qué pilas?
– el cansancio, la esclerosis produce mucho cansancio
– ah, pues sí, me encuentro muy cansado pero no sabía que era por la esclerosis
Pasan meses hasta que te vas enterando de todas las secuelas que produce la puñetera enfermedad.
– No te preocupes, que te voy a recetar unas pastillas que vas a ver qué bien te van a venir
Efectivamente me mando unas pastillas para el cansancio, las compré en la farmacia (por cierto, me quitaron un ojo de la cara) y cuando llegué a casa, me tomé la pastilla. Me acosté ilusionado pensando en el efecto que me haría al día siguiente la milagrosa pastilla. Ja, iluso de mí. No pegue ojo en toda la noche, tenía los ojos como platos, no fui capaz de dar ni una pequeña cabezonada. Cuando me sonó el despertador a las seis y media de la mañana, cero, ni un triste ronquido. Me fui a la cocina a desayunar sin saber a qué se debía el desvele de la noche cuando de repente me pregunté: ¿habrá sido culpa de la pastilla?
Cogí el prospecto de la caja y me dispuse a leerlo. ¡¡¡ Eran anfetaminas !!! Por Dios, yo la persona que más he denostado las drogas toda mi vida, que no he fumado ni un maldito porro nunca, ahí estaba, a mis 39 años tomando anfetaminas. Increíble. Lo peor no era el hecho en sí sino la reflexión que me hice en el coche camino a la oficina. Si a los dos meses de diagnosticarme la enfermedad ya tenía que estar tomando drogas para mantener mi ritmo de vida, que sería de mí con 50 años, acabaría más colgado que un vulgar yonki.
Han pasado nueve años desde que, sin saber lo que hacía, me tomé aquella pastilla y no es por nada pero me sigo levantando a las siete de la mañana, me voy a trabajar, estoy gran parte del día visitando clientes, vuelvo a la oficina, me voy a comer, otra vez la oficina, me preparo el trabajo y las visitas del día siguiente, me voy a casa a cambiarme con ropa de deporte, me voy al gimnasio, me tiro aproximadamente una hora y media haciendo ejercicio (pesas, aeróbico, aqua gym…. depende del día), vuelvo a casa y me dedico a estar con mi mujer y mis hijos disfrutando de ellos. A las doce de la noche doy por terminada la jornada y me echo a dormir.
Para poder mantener este ritmo de vida, evidentemente tomo un ramillete de medicamentos, pero….. totalmente naturales. La medicina natural te ofrece todo tipo de energizantes que no tienen contraindicaciones. La Maca, el Tribulus, jalea real, ginseng coreano, el hongo Reishi, son algunos ejemplos. Esto es medicina tradicional china y también se lo debemos y agradecemos.
En el próximo Post os explicaré para que vale cada una.
Me ha costado mucho tiempo de probaturas saber exactamente «las hierbas» que me sentaban mejor y todavía sigo experimentando, pero de momento algo debo estar haciendo bien para estar como estoy. (A parte de darle todos los días mil gracias a Dios). Al margen de chutazos puntuales de cortisona (en nueve años me he dado siete), con la ayuda de mi reflexóloga, mi gimnasio, «mis hierbas» , el cariño que recibo de mi mujer, mis hijos, mis amigos, en general de toda mi familia y sobre todo, con mucha ilusión, constancia, tenacidad, infinitas ganas de ser feliz y poder devolver esa felicidad en forma de gratitud a todos los anteriormente citados, no he necesitado meterme en el cuerpo ningún tipo de química.
En estos momentos estoy experimentando un tratamiento nuevo, totalmente natural de manos de un médico que lleva años trabajando en ello, y estoy esperando confirmar los resultados. Cuando lo verifique (espero que sea verdad), no dudéis que os lo comunicaré. Antes de terminar me gustaría haceros una pregunta:
¿Por qué todos los tratamientos existentes para paliar los efectos de la esclerosis son inmunodepresores con lo que ello conlleva a la larga?
Ya tendremos tiempo de debatir sobre esto